jueves, 4 de enero de 2007

HOJAS DE LLUVIA No. 6


TIEMPOS DEL LIBRO Y DEL ESCRITOR

Armando José Sequera






UNA DE LAS SITUACIONES más incómodas que se viven como escritor –y, supongo, que como artista en cualquier disciplina-, se suscita cuando nuestros libros demoran en ser editados.
Ello porque, cuando al fin se publican, los lectores nos hablan de él como de algo presente, algo que acaban de conocer. Pero, para uno, autor, ya es algo pasado, a veces remoto, que en ocasiones ya consideramos ajeno. Obviamente, no ajeno de otra persona, sino ajeno de quien somos ahora.
Mientras los lectores se refieren a ese libro como lo último, lo más reciente o lo más nuevo que hemos publicado, para nosotros se trata de algo que ya pasó, algo pretérito.
Esto se debe a que, para el momento en que este libro ha salido, ya estamos trabajando en otro u otros. Incluso, es probable que hayamos terminado alguno o algunos.
Tal problema no lo padecen los escritores de best sellers, cuyas obras se publican inmediatamente después de haber sido escritas. Esto también ocurre con los grandes escritores de éxito.
Pero el común de los escritores somos propensos a vivir este desfase temporal, entre el libro que editamos y el que hacemos.
Yo lo he vivido varias veces. Y la situación ha sido aún más incómoda cuando el nuevo libro es una reedición. Entonces el desfase es mayor pues es probable que hayan pasado varios años entre una edición y otra. Y, obviamente, se han interpuesto algunos libros –escritos solamente o también editados-, entre la primera edición y la siguiente.
Me ha sucedido varias veces al ofrecer un recital de mi obra que me hacen preguntas sobre cuentos que no recuerdo haber escrito. Sobre textos críticos o artículos de prensa que hice hace tanto que ya no tengo memoria de ellos.
–Usted dijo, en un artículo que publicó en 1984, que…
Dicho artículo está tan lejos del yo que soy ahora que hasta podría afirmar –sin faltar a la verdad–, que no es mío. Claro está, han transcurrido veintidós años desde su aparición hasta el momento de la pregunta y, en ese lapso, uno ha vivido centenares, sino miles, de experiencias.
En ocasiones he indagado y me he topado conque esa persona que pregunta ha consultado el texto al que alude en una hemeroteca y, por supuesto, al leerlo recientemente, para ella constituye algo presente. Pero, para mí, se refiere a algo con lo que, tal vez, ya no esté de acuerdo, ni con el contenido, ni con el continente.Hasta ahora no he leído de otro autor que haya pasado por esta experiencia, pero estoy seguro de que es algo común a todos los que nos dedicamos a la escritura, incluso los autores de éxito. Obviamente, ya no con los libros recién escritos y editados, pero sí con aquellos publicados hace tiempo.

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LIBROS AÑEJADOS Y PODRIDOS

José Gregorio Bello Porras





ALGUNOS LIBROS, con el tiempo, se añejan como los vinos, adquieren cuerpo, se vuelven adictivos e imprescindibles. Para los escritores, escribir una obra de ese tipo es simplemente una aspiración a la que se apuesta con toda el alma. En ocasiones, algunos que lo intentan la venden para alcanzar ese fruto único, generalmente sin éxito alguno.
Toda venta del alma deja sin impulso a la obra. Vender el alma de la obra significa condicionarla a lo que se supone ciertas exigencias de los lectores y de la crítica, ciertas recetas de best sellers y obras maestras. Un condicionamiento para el fracaso de la escritura como elemento de pervivencia en el mundo.
Seguir las recetas para alcanzar el éxito de la escritura es condenar la obra a un molde. Pronto se le verá la forma repetida, en una y otra obra, hasta el cansancio. Parecerán los libros como bollos de pan salidos del horno para el consumo humano y animal. Variaciones sobre el mismo tema, con la misma masa. Mientras sale y se propaga, mientras gritan los repartidores, el pan se puede vender con éxito. Pero el pan frío atrae poco al cliente. Y menos si éste lo que quiere es leer algo autentico y no darse un bocado para engañar su propia alma.
El libro por receta, si se deja en el estante, se enmohece, de adentro para afuera. Se vuelve pronto intragable, risible o monstruoso.
Pero existen libros que sin apegarse a las recetas también obtienen pronto la categoría de bodrios. Son variaciones de la receta, pero rebeldes expresamente a ellas llegan al mismo punto de juntar elementos sin criterio apreciable o perceptible. Generalmente siguen supuestas tendencias de moda para acabar sus días en los anaqueles de la incomprensión o de la ridiculez. Con toda justicia, porque eso fue a lo que apostaron. A que nadie los comprendiera. Pero atemorizando de tal forma al lector para que no se atrevieran a decirlo, por temor de quedar como un verdadero bruto.
Estas obras también son fruto de la impostura, de la insinceridad y la necedad.
Otros libros, también sin proponérselo, no llegan a desarrollarse plenamente, se quedan fijados a un tiempo, a un objetivo inmediato e irremediablemente se pudren en su tinta. Son obras para la nada, para la muerte instantánea.
Otros libros, pensados como universales y atemporales, con grandes intenciones, apenas alcanzan a salir de las imprentas hechos trizas, como momias molidas por una prensa que no perdona.
El libro que supera su tiempo es aquel que atrapa su tiempo enteramente y eternamente. El libro que se hace universal es aquel que encuentra al ser humano en su recóndito y específico paisaje físico pero en la sin par hondura de su penetración psicológica, de su captación anímica o del espíritu humano.
Ya hemos reflexionado sobre este respecto en otras ocasiones. Pero nunca estará de más comenzar un año, o un día, con el propósito de practicar una escritura que nos pertenezca. Hecha con el corazón y con la mente, por igual. Ello significa la realización de una escritura que nos delate, que nos retrate e identifique como seres humanos únicos que compartimos unas características comunes.
En esa medida, una literatura tan particular le pertenecerá cada vez más a todos nuestros semejantes. Lo universal comienza en nuestra casa, en nuestro entorno, en nuestro mundo, que está adentro de cada quien y envuelve el universo de todos.